SIETE GATOS
A
menudo reflexiono sobre la condición humana. ¿porqué las personas pueden llegar
a cometer actos impúdicos? De qué vale toda una vida dedicada a la familia,
como única e inamovible estructura
social si al final esa misma vida te obliga casi siempre a finalizar la carrera
en solitario.
Recuerdo el día que llegaron a mi
puerta y con sigilo se sentaron sobre el felpudo de mi humilde casa, apenas se
oía el ligero gemido que arañaba mis entrañas.A mi edad, rozando los setenta, ya no
necesito palacios ni sueño con jaulas de cristal, siempre me he conformado con
lo que me ha tocado. Siendo joven perseguía el eterno ideal de
conseguir algo extraordinario, pero los años no solo te arrugan, también
proporcionan, si una es receptiva, la sabiduría necesaria para no llorar en
exceso al llegar a vieja. Nunca me gustaron los llorones.
Por fortuna mi destino me lo dejo claro desde
el día que me contó al oído que jamás sería rica, debía posar las plantas de
mis pies sobre las huellas que me había señalado. De niña disfrute de los mágicos guisos de
mama, porque de la nada obraba el milagro de poner diariamente algo sobre la mesa. Todavía hoy en
día cuando trago saliva recuerdo sus sabores. Las patatas pobres, las alubias
viudas y el arroz blanco. La nada gastronómica. La magia de quien ha pasado
necesidad no la puede degustar un rico. A lo sumo podrá envidiarla.Me gustaba por aquellos abriles
plantear preguntas comprometedoras, esas que van invariablemente ligadas a la
mocedad, y mi sufrida madre se las ingeniaba para lograr la respuesta adecuada.
Mi favorita sin duda era: ¿A quién quieres mas a tu padre o a tu madre?. Pero
fui desarrollando todo un catalogo de complejas cuestiones, que llegaban a
superar en dificultad a la anterior variando los grados de parentesco. Marido o
hija, madre o hija, hijo o nieto. Realmente es penoso pensar sobre tener que
elegir una opción del binomio, pero mi madre siempre me daba una respuesta y la
ganadora sempiternamente era yo.
De lo poco que se podía pedir en aquel tiempo,
mis padres que no poseían la lámpara del genio, intentaron concedérmelo con
creces, nunca me faltó un vestido de fiesta, aun conservo el primero, con su
falda negra, esas brillantes franjas rojas y la camisa con el bordado
distintivo de nuestra región. También me dieron estudios y los libros que
forjaron mi hermosa juventud. Tan solo un capricho se me negó y fue por mi
negligente actitud a la hora de no prodigarme en sus cuidados. En casa no
entraría un gato más; Solo pude tener uno al que adoré. Se llamaba Grigore.
Si desnudo ahora mi historia es por
ellos, pero no hablaré de mi madurez, donde me casé, tuve un gatito propio y
enviude. A veces es fácil reducir la
historia a la mínima expresión, pero no quiero contar penas. Ese cuarto de la
memoria necesita tantas reformas que es mejor mantener la puerta cerrada.
Crié lo mejor que pude a mi querido
hijo que cuando llego el día, se casó; y suplí la carencia de mi esposo con mi
deseo de adolescencia: los gatos.
Tengo siete. Siete gatos.Prut, Coditâ, Stângaci, Miaunel, Misu,
Vârful y Grigore II. Ojalá las personas dieran tanto por tan poco.Miau.
Cuando abrí la puerta vi que el alma ya
estaba en mis pies. Dos pares de ojos, de preciosos ojos, me miraban reclamando
protección. Por muchas tablas que una tenga en la vida, por muchas palizas que
se haya metido contra la existencia, a pesar de los pesares, las caras de dos
niños asustados desbaratan todos los esquemas establecidos.
-
Hola Abuela.-dijo la pequeña Madalina. -
Hola Tata.-dijo Gica.
Me costo reaccionar, pero ese sentido
que solo poseemos las mujeres y en especial quienes hemos sido madres, me
golpeo con fuerza la conciencia y me comunico con voz grave que habían sido
abandonados.
Lo más fácil hubiese sido poner el
grito en el cielo, o una llorera colectiva, hoy es el día que no les he
preguntado lo que pasó.
En su lugar les acomode en un sofá,
jugué a adivinar sus nombres y prepare una sopa especial para los tres mientras
intentaba que cantaran conmigo una vieja canción de granja muy popular. Quizá fuese mi destino, transmitir alegría
mientras por dentro me comían los demonios. Conseguí lo más difícil, pasar el
primer trago, tras las canciones, el caldo y los besos se quedaron
profundamente dormidos. Un trauma seda. Mañana será otro día, la noche me
pertenece. ¿Por qué diremos que se nos hacen largos los días? ¿Será porque no
hemos pasado una noche en vela? Una cinta telegráfica recorre mi cerebro... no
tengo dinero... ahora tengo dos bocas más... necesito dinero... amo a estos
niños... no pienso rendirme... ayúdame Dios mío... procúrame una buena idea. Cuando dormimos mal porque hemos
pensado durante la noche en algo que nos preocupa, siempre tendemos a
exagerar.Contamos que no hemos pegado ojo, cuando en realidad sabemos que no es
cierto. Siempre se duerme más de lo que se dice. No tengo edad para batir
ningún record; no dormí en tres días, pero la solución a mis problemas llegó a
mi cabeza como por arte de birlibirloque. Intentaba encender
la estufa ayudándome de un papel de periódico endurecido cuando vislumbré un
titular que me parecía recordar se había repetido en los últimos meses.
“...Zimnicea vive en la ultima década la mayor
plaga de ratas de su historia (...) si en un tiempo cercano el censo hablaba de
dos ratas por habitante, en la actualidad hay hogares que deben convivir con
seis roedores por cabeza (...) la situación es alarmante (...) Urge una medida
drástica por parte del cabildo o de lo contrario encomendémonos a la flauta del
virtuoso de Hamelin (...) No
haría falta recurrir al flautista, hasta un asno puede hacer sonar la flauta,
por casualidad.
Yo tenía la
solución para proporcionar paz a mis
vecinos, y material escolar para
mis dos tesoros, amén de alimento y seguridad. Ya se lo
dije, tengo gatos, siete gatos y son listos como el mismísimo diablo.
A menudo
los niños preguntaban lo inevitable y yo les respondía lo razonable, eso si,
con todo el amor posible, excusando el comportamiento de sus padres que por otra parte era no solo inaceptable,
sino inhumano. Aquella
mañana ellos mismos me ayudaron a confeccionar el primer cartel que teníamos
previsto colgar en la panadería de Rana, disfrutaban con la idea, su abuela era
increíble, arriesgaría a sus adorados gatos por ellos.
En sus largas vidas jamás olvidarían aquellos
maravillosos dias.
Se
alquilan
gatos
cazadores
Tfno. 654.41423
|
Tras
colocar algunos carteles más regresaron a casa. -Adiós a las ratas, y a los problemas- dijo
la Abuela. Y los tres se sentaron a esperar la primera
llamada, que llegó, vaya que si llegó, y no mucho después otra y otra y otra... De los siete Prut era el único zurdo.
Había nacido marcado por la necesidad y
pronto supo que su objetivo en este mundo pasaba por buscarse el sustento
alimenticio.Como el resto de su camada era un
experimentado cazador, no en vano, todos los ratones nacidos en Zimnicea y los
pueblos de los alrededores tenían bien aprendida la lección. Todos
ellos cumplieron con creces y no defraudaron a su querida dueña.
Ningún
roedor escapaba de las garras de los siete gatos de la viuda Dumitra.
patxi herranz
20 diciembre de 2014
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